Marzo de 2020

Luis Meléndez (1716-1780): Autorretrato, 1746.Luis Meléndez (1716-1780): Autorretrato, 1746.
Óleo sobre lienzo, 100 x 82 cm.
Inscripción: «Luis Melendez fac[ieb]a.t año de 1746»
París, Musée du Louvre, Legs. Paul Cosson, 1926, RF2537


En este autorretrato el artista, a los treinta años, pregona sus habilidades, y el dibujo que lleva atestigua sus conocimientos de la escultura antigua y sus estudios de desnudo. Demuestra que es capaz de captar la postura de un hombre que está corriendo, y se puede deducir de esto su aptitud para las mitologías, los cuadros de historia y temas dramáticos de todo tipo. Es igualmente evidente su eficacia para pintar retratos. Su cara está bien delineada, y ha sabido destacar las diferencias de las telas para subrayar su destreza a la hora de representar tejidos muy diversos. La tela de la casaca parece sedosa y esto le permite poner de relieve su dominio de los pliegues y los brillos. Su capa, sobre la que reposa la mano derecha con su portalápiz, es más bien de terciopelo azul. Al pintarla el artista luce una vez más su gran facilidad para diferenciar los distintos tejidos y tonos, y para lograr contrastes de luces y sombras. No paran allí los ingeniosos efectos conseguidos por el pintor en este cuadro. Meléndez se representa de frente, claro está, pero dibuja el desnudo de espaldas (en parte sin duda por motivos de decoro); la luz del cuadro viene de la izquierda desde el punto de vista del espectador, y la del dibujo desde la derecha. Expresa muy bien además la sensación del tiempo, con las distintas posiciones de las manos. Coge el dibujo con los dedos apretados de la siniestra y sostiene el porta lápiz con la diestra, apartando dos dedos de los demás y extendiéndolos, y juntando dos para agarrar el instrumento.

Es una lástima que las evidentes capacidades de Meléndez para los géneros mayores no fueran reconocidas, debido quizás, en parte, a la expulsión de su padre de la Real Academia en 1747, lo que provocó también la exclusión de don Luis. Su extraordinaria inventiva, sin embargo, y su gusto por los contrastes sutiles y variados —tan patentes en este autorretato— no dejaron de brillar en sus admirables bodegones.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.

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9. COVID-19: Las consecuencias económicas del coronavirus. Akira Kawamoto, a former deputy director general in Japan’s Ministry of Economy, Trade, and Industry and a former OECD principal administrator, is a professor at Keio University.
10. COVID-19: Breviario de inmunología. Manuel Arias Maldonado es profesor titular de Ciencia Política en la Universidad de Málaga. Su último libro es Nostalgia del soberano (La Catarata, 2020).

El fuego purificador17 de marzo de 2020: «Ayer se quemó el cuerpo de la meditadora. Con ella se quemaron muchas cosas. Se quemaron 4 toneladas de madera. Se quemó un año de trabajo intenso y maravilloso. También se quemó la posibilidad muy tangible de ver la figura de la meditadora en la plaza como un símbolo histórico, universal y revolucionario. Se quemó el cuerpo de una mujer meditando en el centro de una crisis mundial, en el centro del ruido que un virus silenció.

No es este el final que esperabamos. Tampoco lo son las circunstancias. La magnitud de esta figura ya nunca podrá ser. Quizás otra mujer, quizás una parte de esta, quizás solo el recuerdo, quizás solo su ausencia. Afortunadamente, más allá de la forma, su mensaje si ha trascendido. La mujer meditando nos cuenta que todo es impermanente. Nada es para siempre. Superaremos el vacío de estas fallas. Superaremos la cuarentena. Superaremos esta crisis. Superaremos el nuevo orden mundial. Lo superaremos todo, incluso la vida en este plano material. Y el mundo seguirá girando. 360 grados en 24 horas...» —Escif

La Geoda de Pilar de Jaravía (Pulpí)
La Geoda de Pilar de Jaravía (Pulpí)

Aunque las geodas —huecos de una roca, tapizadas de una sustancia generalmente cristalizada— están ampliamente distribuidas por todo el mundo, la de Pulpí (Almería, España) destaca por ser la más grande de Europa y la de mayores dimensiones de todo el mundo abierta al público: 8 metros de largo por 1,8 de ancho y 1,7 de alto. Estamos antes una cavidad ovoide de 11 metros cúbicos cuyas paredes están recubiertas por gigantescos cristales de yeso.

Fue descubierta en diciembre de 1999 por miembros del Grupo Mineralogista de Madrid y veinte años más tarde, tras las correspondientes obras de acondicionamiento, se abrió al público el 5 de agosto de 2019. Y también en ese mismo año, un grupo de científicos publicaron un estudio en la revista Geology sobre el proceso de formación de la geoda. Hoy podemos contemplar esta maravilla de la naturaleza pero a punto estuvo de ser destruida. Se alzaron voces que pretendieron arrancar de sus paredes sus preciosos cristales para ser llevados a museos o vendidos a particulares, pero por fortuna se impuso el sentido común y se tomaron medidas expeditivas: se bloqueó la entrada con cinco toneladas de roca y así permaneció hasta 2010 que fue cuando comenzaron las obras. Hoy está a nuestro alcance.

Más información:

Recetas económicas para una crisisNo soy economista y mis conocimientos sobre la materia se limitan a los conceptos más manidos en este mundillo: PIB, renta per cápita, impuestos directos e indirectos, demanda agregada y poco más. Sin embargo y al igual que todos ustedes, formo parte de una pequeña empresa a la que llamamos «familia». Las hay de distintas clases y tamaños pero todas ellas comparten los mismos tipos de gastos e ingresos.

Por el lado de los ingresos contamos con los salarios y las transferencias del sector público (prestaciones de desempleo, pensiones, ayudas familiares, etc). Por el lado de los gastos, el consumo de bienes y servicios finales (alimentación, ropa, electricidad, etc) y los impuestos. La diferencia, en caso de ser positiva, es el ahorro.

La empresas, por su parte, presentan un esquema muy parecido. Los que las familias gastan en bienes y servicios finales son sus ingresos a los que se les suma las subvenciones y ayudas proporcionadas por el sector público. En el lado contrario, sueldos, impuestos y consumo de bienes y servicios finales.

En medio de ambas organizaciones se encuentra el sistema financiero que capta el ahorro para después ofrecer recursos para la inversión a las empresas y préstamos a las familias para su consumo. Y por supuesto, el sector público cuyos ingresos dependen de los impuestos mientras que los gastos comprenden las transferencias a las familias y a las empresas, servicios productivos (v.g. contratar personal), y bienes y servicios finales.

Con la declaración del Estado de alarma este flujo de ingresos y gastos se ha deformado y el Gobierno presenta como solución el aplazamiento de las deudas (y no de todas) pero esto solo conseguirá diferir en el tiempo el problema. Supongamos que esta situación se prolonga durante dos meses: ¿y si borramos del mapa económico ese tiempo para todas las familias y para la empresas afectadas?

Dejamos de pagar durante ese tiempo la hipoteca, el alquiler y los impuestos, y eliminamos el IVA de la electricidad, el agua, la basura, Internet,... medidas todas ellas aplicables tanto a las familias como a las empresas. No solo eso sino que además se reduciría de forma proporcional los impuestos directos anuales en aquellos apartados afectados por el confinamiento. Con ello reducimos el gasto al mínimo imprescindible de forma que sacrificamos una parte muy pequeña de nuestro ahorro.

El flujo económico se rompe quedando el Estado como único garante del sistema. Mantendría tanto las transferencias a las familias (prestaciones de desempleo, pensiones, ayudas familiares) como a las empresas (subvenciones) y seguiría gastando en bienes y servicios finales así como en servicios productivos. Como es obvio, sus ingresos se reducirían de forma notable y sería entonces cuando el Banco Central Europeo debería acudir en ayuda del país mediante la compra de deuda. Sencillo, efectivo y práctico.

Nota: probablemente, nada de lo dicho tenga sentido y estoy seguro de que los economistas se llevarían las manos a la cabeza si leyeran esta peregrina idea pero... ¿y si tengo razón? Hasta los caballitos del diablo me mirarían asombrados.

Antón Raphael_Mengs AutorretratoAntón Raphael Mengs (1728-1779): Autorretrato, 1774.
Óleo sobre lienzo, 134 x 96 cm.
Madrid, Fundación Casa de Alba.


Mengs se autorretrato con cierta frecuencia en su carrera de pintor, en primer lugar, al parecer, para satisfacer la demanda de sus admiradores y mecenas. La inscripción al dorso del que se encuentra ahora en la Walker Art Gallery de Liverpool, es buen ejemplo de ello: «Ritratto d'Antonio Raffaelo Mengs fatto da lui medesimo per Lord Nassau Conté di Cowper in Firenze l'anno 1774». En este caso Mengs se representaba con el boceto de una obra sobre el caballete, probablemente el del cuadro de Perseo y Andrómeda para el Ermitage de San Petersburgo en Rusia, que terminaría en 1779 (Roettgen 1993, n.° 1, p. 46). Mengs pintó el Autorretrato sin acabar que obra en el Museo del Prado, con los pinceles en la diestra, un poco antes, a juzgar por la relativa lisura de sus mejillas, casi sin arrugas. Y en este cuadro aunque los pinceles se refieren claramente a su profesión de pintor no hay alusión a ninguna obra concreta. En el catálogo de sus pinturas hecho por su amigo José Nicolás de Azara se nota la tendencia del pintor a realizar sus autorretratos en un formato de «menos de medio cuerpo» (Mengs 1780, pp. XLIX-L), y en cuadros de estas dimensiones era inevitable que primase la cara del pintor. Quizás fuera ésta lo que más interesaba al público. Así por lo menos era el que regaló a Bernardo de Iriarte —que formaba una galería de autorretratos con sus hermanos— que no hacía referencia alguna a su oficio, y fue difundido luego en una estampa grabada por el yerno de Mengs, Manuel Salvador Carmona, como contraportada de la edición de las Obras de Mengs impresa en Madrid en 1780.

Mengs se concentra en los rasgos más expresivos y sensibles de su cara, y en la mirada aguda y penetrante del artista, habitual en este género. Es probable que elaborara sus autorretratos con bastante rapidez. En febrero de 1775, según el hermano del embajador británico en Madrid, tardó dos días en terminar uno que se iba a enviar a Dinamarca a no se sabe qué mecenas (Archivo del condado de Bedford, Wrest Park Papers, L 30/17/2/105). Pero consta que podía rematar un boceto bastante acabado de la cara de un retratado en tan sólo dos horas, como lo hizo en el de un amigo sueco, el conde Franz-Xaver Orsini-Rosenberg en Roma en 1756 (Antón Raphael Mengs 1993, n.° 12, p. 70).

El autorretrato de la Fundación Casa de Alba, comprado en 1817 en Florencia, parece una obra temprana del pintor bohemio: de tamaño mayor que los ejemplos posteriores, con una figura de tres cuartos en vez de medio cuerpo o busto y pintado sobre lienzo en vez de sobre tabla. La luz viene de la derecha e ilumina la cara (que mira en esa misma dirección), los dedos de la mano, finos y sensibles, y el lado izquierdo del cuerpo. La bata que lleva, ribeteada de piel, su camisa y chaleco están pintados con bastante soltura, destacando relativamente poco los pliegues. A pesar de llevar el pintor un portalápiz en la diestra y asir con los dedos de la siniestra una gran carpeta de dibujos o estampas —ligeramente inclinada hacia nosotros, como si Mengs estuviera a punto de abrirla o tenderla— no se trata de una representación convencional del artista trabajando. Es más bien una representación del artista contemplativo, que piensa en su trabajo o estudia las posibilidades de una escena, considerando una posible síntesis de rasgos de la realidad, para conseguir el efecto ideal que Mengs buscaba en la pintura. Como él dice, en su carta a Ponz, «los asuntos que quiere tratar el Pintor deben ser elegidos, como los del Poeta, de entre las cosas que ofrece la Naturaleza» (Mengs 1780, p. 203). Parece que Mengs ha querido captar el desarrollo del proceso en este autorretrato.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.

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2. COVID-19: Las consecuencias económicas del coronavirus. Akira Kawamoto, a former deputy director general in Japan’s Ministry of Economy, Trade, and Industry and a former OECD principal administrator, is a professor at Keio University.
3. COVID-19: La irrupción de la realidad. J. A. González Sainz es escritor. Su última novela es Ojos que no ven (Anagrama).
4. COVID-19: ¿Regreso al Medioevo?. Mario Vargas Llosa.
5. COVID-19: El canto de los cisnes. José Manuel García-Margallo y Marfil es eurodiputado del PP y ex ministro de Asuntos Exteriores. Su último libro es Memorias heterodoxas de un político de extremo centro (Península).
6. COVID-19: Pandemia y espiritualidad. Pablo d’Ors es fundador de Amigos del Desierto.
7. Reflexiones: Occidente, víctima de su propia vileza. Claudio Magris es escritor y traductor, y profesor de la Universidad de Trieste (Italia).
8. COVID-19: Pandemia, unidad y liderazgo. Nicolás Redondo Terreros, exdirigente político.
9. Cataluña: Así se ha aprovechado el nacionalismo del Covid-19 para intensificar su guerra contra España. Cristian Campos, periodista.
10. Monarquía: El deber de un rey. Antonio Elorza es profesor de Ciencia Política.

The Jupiter Hall (The New Hermitage)
The Jupiter Hall (The New Hermitage)

Nos encontramos ante uno de los museos más grandes del mundo no solo por su enorme colección de piezas —más de tres millones— sino también por su superficie ya que son necesarios seis edificios para albergar aquélla.

Dadas tales magnitudes, no es de extrañar que la página web no esté a la altura de otros grandes museos. Es cierto que en la sección Explore The Hermitage podemos encontrar todo lo necesario para conocer el museo, sus edificios y por supuesto sus obras, pero se echa en falta algo más de información. En las obras, por ejemplo, no se ha incluido la descripción de cada una de ellas y solo se ofrecen los datos técnicos más comunes (título, fecha, material, etc).

Ahora bien, hay un apartado gracias al cual toma la delantera en cuanto a su uso por parte de los internautas. Me refiero en concreto a la visita virtual o mejor dicho a la veintena de paseos que nos podemos dar sin movernos del sofá. Eso sí, faltan muchas descripciones de las piezas y la mayoría están en ruso. Aún así, merece la pena perderse por sus inmensas salas.

El valle de Hukawng (Birmania) es famoso por sus minas donde encontramos depósitos ingentes de ámbar, los cuales contienen la que posiblemente sea la mayor variedad de vida animal y vegetal del periodo Cretácico, que se remonta a entre 145 y 65,5 millones de años atrás. Los hallazgos en dicha zona han proporcionado fotografías prehistóricas excepcionales de hace 99 millones de años ya que se incluso se conservan los tejidos blandos. Recordemos, por ejemplo, el instante en el que la resina atrapa a un araña justo antes de abalanzarse sobre un insecto, la cola de dinosaurio cubierta de plumas, una cría de ave perteneciente al grupo de las enantiornitas que se extinguieron hace 65 millones de años, y más recientemente un cráneo diminuto de dinosaurio, el de menor tamaño conocido de toda la era Mesozoica. En un tiempo en el que los gigantes eran la «normalidad», el hallazgo revela además que esta especie de ave, bautizada «Oculudentavis khaungraae», era un depredador que probablemente se alimentaba de pequeños invertebrados (más información en Encontrado un dinosaurio carnívoro más pequeño que un colibrí conservado en ámbar).

Diego Velázquez (1599-1660): El príncipe Felipe Próspero, ca. 1659Diego Velázquez (1599-1660): El príncipe Felipe Próspero, ca. 1659.
Óleo sobre lienzo, 128,5 x 99'5 cm.
Viena, Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie, 319.


Nacido en Madrid el 20 de noviembre de 1657, Felipe Próspero se convirtió finalmente en el heredero del trono, ya que tras la muerte de Baltasar Carlos, ocurrida en 1649, el rey no había vuelto a tener descendientes varones. El pequeño tenía una hermanastra, la infanta María Teresa, hija de la primera mujer de Felipe IV, Isabel de Borbón, destinada al matrimonio con Luis XIV de Francia, con quien casó en 1660; y una hermana, la infanta Margarita de Austria, hija como él del segundo matrimonio del rey, casado con su sobrina, Mariana de Austria. El nacimiento del niño causó un júbilo inmenso al rey y a la nación, que habían tomado como un mal presagio para la Corona la falta de un heredero varón, lo que auguraba un futuro incierto para la dinastía y la posible caída de España en manos de monarcas extranjeros. Su llegada se celebró con fiestas, religiosas y profanas, comedias, corridas de toros y fuegos artificiales, pero pronto se desvanecieron las esperanzas puestas en el niño, pues murió a los cuatro años, en 1661, después de que la anemia y los ataques epilépticos hicieran patente su debilidad. Velázquez le pintó aquí, en 1659, cuando contaba apenas dos años de edad, en un tipo de retrato que recuerda en líneas generales al de su hermano, Baltasar Carlos con un enano (Boston, Museum of Fine Arts). Sin duda se quería hacer un paralelo con aquel sano y agraciado príncipe, pero Felipe Próspero, hijo de tío y sobrina, mostraba la degeneración de la estirpe después de que ambos padres llevaran, además, una sangre empobrecida, fruto de los múltiples enlaces consanguíneos de los Habsburgo por intereses dinásticos. Su hermano Carlos, que reinó como Carlos II, nació en noviembre de 1661, pocos meses después de su muerte, y fue el último monarca de la casa de Austria en España.

Felipe Próspero, que llevaba como primer nombre el de varios ilustres antecesores de su familia, y el de Próspero, como buen auspicio para su reinado, aparece aquí ataviado aún con las ropas infantiles: el vestido de faldas que llevaban niños y niñas, una vez más de rojo, color apropiado para los niños, y protegido con un mandil de fino lienzo transparente. Sobre éste destacan numerosos amuletos protectores y los cascabeles y la campanita que advertían de sus movimientos. El entorno del príncipe revela su alta alcurnia: el cortinaje rojo a la izquierda, símbolo del rey, de quien era su heredero, así como el escabel, sobre el que descansa, a modo de corona, su gorro. El niño está en pie sobre una rica alfombra, que habla también de su estatus regio, aunque, por otra parte, el retrato debió de ser pintado en invierno, cuando los suelos del Alcázar estaban aún cubiertos de alfombras. Apoya su mano derecha sobre el sillón de terciopelo rojo, a la manera tradicional de tantos retratos de reyes y príncipes del siglo XVI y XVII, de Tiziano a Sánchez Coello y Pantoja de la Cruz, o del propio Velázquez, pero a su medida. Sobre él se sienta un perrito blanco que mira al espectador. La lealtad y la fidelidad simbolizada por los perros, que habían acompañado a sus predecesores en el trono, desde el emperador Carlos V hasta Felipe IV y la infanta Margarita en Las meninas, reaparece aquí en forma de este diminuto perrito faldero, acorde con la edad del príncipe, convertido en uno de los más bellos trozos de pintura de Velázquez, en un retrato per se de estos animales de compañía, que se constituyeron en un género independiente en la pintura en los siglos XVII y XVIII. La austeridad del viejo Alcázar se hace patente una vez más en ese fondo que, con la puerta entreabierta e iluminada, recuerda el espacio de Las meninas, aquí agobiante, sombrío y melancólico, sin la pujanza de vida y esperanza que desprendía el gran cuadro familiar.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.